Los relatos mitológicos greco-romanos en el providencialismo cristiano de San Agustín
La mitología de los antiguos griegos y los romanos es muy estudiada o es bastante conocida dentro de nuestro entorno hispanoamericano, a pesar de que por nuestra religión cristiana y católica no creemos en su veracidad. No parecerá esta fascinación consistente con nuestro cristianismo, pero es perfectamente explicable tomando en cuenta que son los pueblos hispanos, a través de los romanos latinos, herederos de la cultura greco-romana y que los mitos greco-romanos pueden transmitir valores universales a través de historias que pueden valer la pena conocer.
Hoy la mitología podría parecernos, como modernos (entendiendo la modernidad en su sentido temporal histórico, no según su sentido de herejía religiosa) y como cristianos, una mera fantasía sin rastro de realidad. Podría por esto sorprendernos conocer que los primeros cristianos, muchos de los cuales eran precisamente griegos o latinos, no desechaban totalmente la tradición mitológica. Conviene recordar, como otros ya han observado, que en esta época el mito era considerado historia.
Los relatos mitológicos estaban íntimamente vinculados a la historia del origen de los pueblos y los conversos cristianos seguían siendo griegos o romanos a pesar de dejar su antigua religión. Debían como romanos o como griegos, como patriotas, conocer sus orígenes y la mitología proveía, dentro de las limitaciones del momento, una explicación al respecto. No creerían tal vez en los dioses como dioses y en el deber de adorarlos, pero podrían creer tal vez en la historicidad del Diluvio Universal (común a las creencias cristianas y greco-romanas), de los héroes como Heracles (Hércules) o Eneas, y de otros eventos como la Guerra de Troya.
Un ejemplo podría ser el caso de San Agustín de Hipona, quien en su Ciudad de Dios, obra dedicada a exponer la concepción providencialista cristiana de la historia y otras verdades de la fe, injerta las historias mitológicas dentro de una cosmovisión cristiana. La lectura de su extensa obra sugiere que, como latino y romano, no cuestionaba la tradición histórica de su patria, pero sí el atribuirle un origen divino no conforme a la enseñanza de la fe cristiana.
No cuestiona San Agustín la historicidad de algunos relatos de la mitología greco-romana. Su afán de demostrar a través de su obra cómo era la situación en Roma antes de su cristianización le llevó a hacer alusión a muchos eventos de la historia, varios de los cuales podrían ser considerados mitológicos. No parece cuestionar, por ejemplo, la existencia de Eneas, héroe troyano que dirigió a los supervivientes de la Troya conquistada a Italia, donde se mezclaron con los latinos y fueron los ancestros de los romanos. Tampoco parece cuestionar la existencia de Rómulo, el fundador de Roma, que según los relatos mitológicos era el hijo del dios Marte y fue amamantado por una loba.
La aceptación de la historicidad de los relatos mitológicos en San Agustín no debilita la apología cristiana. Es posible para Agustín injertar los relatos mitológicos dentro de la cosmovisión cristiana y providencialista de la historia porque ofrece posibles explicaciones para demostrar la falsedad religiosa de los mismos y defender así la verdad cristiana.
El problema que debía enfrentar Agustín era cómo explicarle a los paganos que debía creerse en el Dios cristiano, que nos presentó el Hombre (y Dios) Cristo Jesús, y Su religión universal en vez de creer en la religión politeísta de los greco-romanos que mandaba el culto a una variedad de dioses, dioses cuya existencia histórica era tomada por cierta. La lectura de La Ciudad de Dios de San Agustín (así también como la de la obra de otros Padres de la Iglesia e incluso las revelaciones privadas dadas a algunos santos como las de la beata Ana Catalina Emmerick) aclara esta polémica a favor del cristianismo y de ella se pueden discernir varias posibilidades para explicar el fenómeno de los falsos dioses sin necesariamente negar su existencia.
Una posibilidad es que los llamados dioses no fueron más que grandes reyes o héroes que hicieron hazañas importantes y que tras su muerte fueron adorados como dioses. San Agustín, por ejemplo, alude al caso del propio Rómulo. No es esta explicación única de San Agustín: Filón de Biblos, un historiador fenicio del actual Líbano, se basó en los supuestos antiguos escritos de otro antiguo fenicio llamado Sanjuniatón para explicar que los dioses fenicios (algunos de los cuales fueron posiblemente adoptados luego por los greco-romanos) no fueron más que grandes reyes endiosados al morir.[1]
Otra posibilidad, que personalmente me encanta, es que los supuestos dioses fueron realmente ángeles. Los antiguos pudieron haber visto ángeles y, a causa de sus propias limitaciones intelectuales o incluso de sus propios pecados, acabaron alabándolos como dioses. Rafael Breide Obeid menciona en su ensayo suyo, por ejemplo, que el propio Santo Tomás de Aquino, otro famoso teólogo católico, opinaba que el dios greco-romano Apolo podía haber sido un ángel.
San Agustín parece, si mal no recuerdo, aludir a esta posibilidad, pero nos advierte que los ángeles de Dios necesariamente instarán a los hombres a adorar al verdadero Dios y no a que los adoren a ellos mismos. Es por esta razón que San Agustín piensa que muchos de los mal llamados dioses fueron realmente ángeles caídos, ángeles malos que debemos evitar por nuestro bien propio. Las prácticas inmorales de las religiones greco-romanas que Agustín expone y condena son el mejor ejemplo de la mala influencia de estos seres. El remedio para deshacerse de esta mala influencia es la renuncia a la adoración de estos falsos dioses y a las prácticas de las religiones falsas para aceptar al verdadero Mediador entre Dios y el hombre, el Hombre Cristo Jesús, quien no es más que el Dios Hijo Encarnado para salvar a la Humanidad del pecado y de su condena eterna por su muerte y resurrección.
Estas tres posibilidades explican cómo pueden haber realmente ocurrido los relatos de la mitología greco-romana, y también los de las mitologías de otros pueblos (exceptuando los posibles casos en que sencillamente todo haya sido un mero invento, como San Agustín también admite en ocasiones), sin que por ello se debilite la fe en el verdadero Dios que nos mostró Jesús.
Tener esto claro permitió a San Agustín valerse de la tradición mitológica greco-romana de la cual era él heredero como latino para construir un relato histórico providencialista cristiano que explicase el origen de las Dos Ciudades: la Ciudad de Dios (buena, hacia donde debemos dirigirnos por amor a Dios) y la Ciudad Terrena (mala, hacia donde nos dirigimos por un desvirtuado amor propio y hacia las cosas del mundo). Uno de los libros más intrigantes en los cuales se divide La Ciudad de Dios es precisamente aquel titulado “Paralelismo entre las dos ciudades”. Esta sección nos permite ver cómo se fueron desarrollando las civilizaciones griegas y latinas (como también las mesopotámicas y egipcias) a la vez que se desarrollaba el pueblo elegido de Israel (que no debe confundirse con el país moderno del mismo nombre) que fue el instrumento usado por Dios para preservar la Revelación Divina y posibilitar la llegada del Mesías Redentor. Detalla brevemente sucesos importantes ocurridos entre las civilizaciones paganas a la vez que ocurrían los sucesos importantes que marcaron la historia del Pueblo de Dios que se incluyeron en la Biblia.
Debe advertirse que es muy posible que haya cometido errores y que no todos los eventos mencionados relacionados a la historia greco-romana, mesopotámica o egipcia realmente ocurrieron. Hay que tener en cuenta que Agustín, sin intención de mentir, sencillamente repetía aquella información disponible en su tiempo que, por las limitaciones de la época, era tenida por cierta y considerada como histórica, haya sido cierta o no. Esta limitación sin embargo no impide el disfrute del relato ni las reflexiones religiosas a las cuales nos llama. Recordemos que su intención principal, pienso yo, no es tanto demostrar que dichos eventos ocurrieron en verdad, sino demostrar que aunque hayan ocurrido no deben debilitar los argumentos a favor de la verdad cristiana.
Algunas historias mitológicas, hayan ocurrido realmente o no, a las que Agustín alude en su relato sobre el paralelismo entre las dos ciudades y parece tomar como ciertas (o que, por lo menos, no necesariamente niega) son las siguientes:
1) Los relatos de héroes o dioses como Heracles/Hércules, Hermes/Mercurio y Atenea/Minerva. Admite que pudieron haber sido humanos muy destacados por sus grandes obras y por tanto tratados luego como dioses, pero también admite que algunas de sus historias no pudieron haber sido reales (por ejemplo, la historia del nacimiento de Atenea/Minerva, sacada de la cabeza de Zeus/Júpiter).
2) La fundación de Atenas y la disputa entre los atenienses para nombrarla en honor de Atenea/Minerva o de Poseidón/Neptuno (el mismo incluye una muy interesante explicación sobre por qué, en una ciudad cuya deidad patrona femenina representaba la sabiduría, las mujeres eran excluidas del proceso político).
3) El rapto de Europa. Era Europa una princesa fenicia de Tiro o Sidón (ciudades antiguas del sur del Líbano que todavía existen hoy) que según la mitología de los griegos y romanos fue raptada por Zeus/Júpiter convertido en toro y llevada a la isla griega de Creta, donde tuvieron hijos que gobernaron la isla. Agustín no niega el rapto, pero sí la intervención del dios Zeus/Júpiter. Culpa en su lugar a un rey llamado Xanto.
4) La guerra de Troya, que enfrentó a griegos contra troyanos y que acabó con la destrucción de Troya y con la huida de Eneas con los supervivientes de la ciudad.
La impresionante exposición de San Agustín puede tener mucho que enseñarnos. La mitología, pese a parecer mera fantasía, puede tener una base real aunque no sea totalmente cierta, como nos recuerda la lectura de La Ciudad de Dios. Cierto que son preocupantes los orígenes malignos de estas historias mitológicas, pero quiero pensar que a pesar de los mismos puede ser provechoso conocer y estudiar los relatos. Como expliqué, muchas de estas historias transmiten valores universales o lecciones de vida que nos pueden servir de modelo. También, sobre todo, nos permiten conocer las respectivas cosmovisiones de los pueblos antiguos, de aquellos que nos precedieron, y esto en sí puede tener valor para conocer mejor la historia universal. Y, de la mitología haber tenido una base real, podrían los antiguos mitos ayudarnos a tener una mejor imagen de la realidad histórica: puede por ejemplo ayudarnos a explicar mejor el origen de los pueblos y otros eventos de la antigüedad. Teniendo en cuenta todo esto, la obra de San Agustín nos recuerda que la Providencia Divina puede servirse incluso de la corrupción de la Revelación Primordial reflejada en la mitología para redirigir a sus fieles y a los no cristianos de buena voluntad que buscan la verdad a la Revelación Cristiana y a través de ella a Dios.
Adjunto un enlace para un sitio web agustino en el cual puede leerse La Ciudad de Dios: https://www.augustinus.it/spagnolo/cdd/index2.htm
[1] Ver artículos siguientes: https://en.wikipedia.org/wiki/Sanchuniathon