Imagen del mapa de Narnia (posiblemente proveniente de uno de los libros), tomada de la siguiente página: https://narnia.fandom.com/es/wiki/Narnia_(Pa%C3%ADs)
“Ama siempre a tu prójimo, más que a tu prójimo, a tus padres, más que a tus padres, a tu patria, y más que a tu patria, a Dios.” (San Agustín de Hipona)
Las Crónicas de Narnia escritas por C.S. Lewis son ampliamente reconocidas por su inspiración cristiana. Su propio autor fue un destacado apologista cristiano y en su afán produjo una obra de gran valor, sobre la cual he comentado ya en otros ensayos.[1]
Muchos temas universales o explícitamente cristianos han sido notados en sus siete libros. La Creación y el Juicio Final, la Muerte y Resurrección de Cristo, el perdón de los pecados, la lucha espiritual, el llamado a la aventura, el heroísmo, la valentía, la lealtad, el honor... todos estos temas se perciben en los libros y se han destacado o reconocido.
Creo que hay otro tema muy importante y muy notable en la obra, pero que hasta donde conozco no se ha comentado mucho. Es el tema de la concepción cristiana de la patria, que creo que Narnia representa muy bien.
El cristiano, escuché una vez decir en una homilía, tiene dos grades amores, además de aquel principal debido a Dios: la Iglesia y la patria. La patria es la “tierra de nuestros padres”, aquel suelo que nos vio nacer y crecer, donde vive el pueblo o nación al cual pertenecemos y que nos ha transmitido una tradición. Esta patria no es mero producto de la naturaleza, es un don de Dios y un camino de salvación que a Él nos conduce. La patria terrena y temporal es amada y defendida, pero siempre con la esperanza de alcanzar la patria celeste y eterna. La importancia de la patria para el cristiano puede apreciarse a través de la historia de Santa Juana de Arco, quien hizo de la patria un camino de ascenso místico hacia Dios.[2]
Gran parte de las historias de Narnia nos recuerdan estos u otros aspectos relacionados a la concepción cristiana de la patria o del patriotismo. Destacaré algunos a continuación.
El amor a la patria
“Después de Dios, los padres y la patria son también principios de nuestro ser y gobierno, pues de ellos y en ella hemos nacido y nos hemos criado. Por lo tanto, después de Dios, a los padres y la patria es a quien más debemos...” (Santo Tomás de Aquino)
Narnia es el mágico país de las ninfas, de las criaturas legendarias y de las bestias parlantes pero regido por los Hijos de Adán. Está en un mundo fuera de nuestro mundo y solo puede accederse, directa o indirectamente, por el poder de Aslan, como ha ocurrido desde su principio hasta el fin con muchos Hijos de Adán que han hecho de Narnia su patria por adopción.
El territorio narniano como tal está ubicado al sur de las tierras de los gigantes y al norte de Archenland. Los bosques y las montañas se encuentran al occidente del país, mientras que al oriente está el mar. Es descrito como “un país formado por dos valles entre tres cordilleras”. Abundan allí los bosques y prados y contiene varios ríos. Incluye además varias islas que están bajo la autoridad de la legítima monarquía narniana.[3]
Todos amamos Narnia, pero mucho más los personajes nativos o extranjeros naturalizados que hacen de ella su patria. Vemos recurrentemente cómo los narnianos nativos demuestran el amor por su país y colocan su esperanza en Aslan cuando las cosas no van bien. La amable pareja de castores que soportaban la tiranía de la Bruja Blanca y los Viejos Narnianos que sobrevivían escondidos bajo la ocupación telmarina pueden ser buenos ejemplos. Poseen la virtud natural del amor a la patria que les vio nacer y por amor desean lo mejor para ella. Es por eso, tal vez, que allí permanecen y no solo mantienen la esperanza en el retorno de Aslan para que se restablezca la justicia en el país, sino que están dispuestos a colocarse a su servicio en el momento de recibir el llamado de la lucha por la patria.
La separación de la patria es además dolorosa. Aquellos narnianos que padecen el exilio por causas ajenas a su voluntad sueñan con el retorno. Es el caso de los caballos Bree y Hwin, capturados por enemigos y reducidos a la condición de esclavos para el imperio maligno de Calormen. El recuerdo de su país les insta a contarle a sus amos, Shasta y Aravis, respectivamente, también víctimas de las malas costumbres calormenas, sobre Narnia, la tierra donde vivían en libertad. Inspirados por los caballos, deciden juntos arriesgarlo todo y acompañarlos camino de vuelta a la patria esperando encontrar allí la libertad.
El amor por Narnia es también compartido por los Hijos de Adán, en su mayoría extranjeros naturalizados. El primer rey, un humilde cochero inglés llamado Frank, fue hecho rey por Aslan luego de quedar enamorado del país al contemplar su creación. Dedicó el resto de su vida, por este amor, a velar junto con su esposa la reina por el bien común de los narnianos, cuyo rey debe ser siempre un Hijo de Adán. Su dedicación les valió honores en esta vida y en la otra.
Es sin embargo en personajes como los hermanos Pevensie donde puede notarse el amor patrio por Narnia de manera especial. Ellos fueron llevados a Narnia a través de un armario cuando eran niños. Se convirtieron en reyes del país y lo gobernaron por un espacio de aproximadamente 15 años. Allí crecieron en edad, estatura, y sabiduría hasta que finalmente fueron llevados de vuelta a nuestra Tierra, convirtiéndose de nuevo en los niños que eran. Siempre recordaron a Narnia, su patria adoptiva, y añoraban el retorno. Lograron cumplir su sueño en varias ocasiones.
El personaje Caspian, para culminar, ofrece un interesante caso de amor a la patria. Él fue nacido y criado en Narnia, pero siendo un Hijo de Adán pertenecía por linaje a la nación de los telmarinos. Estos eran descendientes de piratas que llegaron al mundo de Narnia desde una isla mágica en nuestro mundo. Habitaron un país llamado Telmar y conquistaron Narnia, forzando a los nativos a vivir a escondidas. Caspian sin embargo cobró tempranamente conciencia de la injusticia cometida contra los Viejos Narnianos gracias a la labor de sus buenos maestros y cuando creció logró rectificar dicho agravio. Su amor por la tradición patria narniana auténtica le hizo luchar hasta conseguir que los Viejos Narnianos pudieran vivir nuevamente en libertad y permitió a aquellos telmarinos de buena voluntad seguir viviendo en el país que habían hecho suyo por generaciones. Continuó gobernando su patria con el mismo amor durante el resto de su vida hasta morir y alcanzar la meta querida por todo buen narniano: la entrada al País de Aslan.
Las distintas manifestaciones en Narnia del amor a la patria mencionadas y por mencionar pueden ejemplificar muy bien la virtud cristiana del patriotismo. Demuestra cómo la fantasía puede transmitir mensajes relevantes para nuestro mundo real.
La defensa de la patria: valor y sacrificio
"Si Dios ha inspirado a la doncella guerrera [santa Juana de Arco], se debe admitir que Él ha apoyado implícitamente la legitimidad del concepto de patria, e incluso más, el empleo de la fuerza en el litigio entre naciones, respetando ciertas condiciones como la legítima defensa o la guerra justa, una vez agotadas las instancias diplomáticas." (Marie de la Sagesse Sequeiros)
Una de las características más notables de las historias de Narnia es que en todas ellas, en mayor o menor grado, incluyen el tema de la lucha por la defensa de la patria, contra enemigos internos o externos.
El primer libro, El Sobrino del Mago, narra, inspirado en la tradición cristiana del Génesis, la historia de la creación de Narnia pero también cómo el mal entró en ella a causa de la desobediencia. Esta desobediencia introdujo en Narnia a una terrible enemiga, Jadis la Bruja Blanca, proveniente del mundo de Charn. El peligro era tal que la primera aventura narniana, encomendada al niño Digory para reparar el mal que hizo, fue emprender un viaje hasta el Jardín de Aslan para obtener allí los medios necesarios para proteger a Narnia de la nueva amenaza.
La misión se cumplió exitosamente y la patria narniana quedó preservada del acecho de la Bruja por algún tiempo. Esta protección especial no duró para siempre, por lo cual la Bruja pudo retornar a Narnia y de algún modo conquistarla. Estableció allí su tiranía de cien años, simbolizada por un invierno eterno sin la celebración de la Navidad.
El derrocamiento de la Bruja para salvar a la patria narniana fue la misión especial de los hermanos Pevensie, para la cual fueron llamados por primera vez a Narnia en El león, la bruja y el ropero. Su llegada supuso el inicio del fin de la tiranía de la Bruja, llevando al retorno de Aslan y al final del invierno. Los Pevensie debieron entonces dar batalla en guerra justa contra las hordas del ejército de la Bruja. Se destacó durante esta batalla Edmund, quien con espíritu de valor y sacrificio característico de todo verdadero patriota se lanzó intrépidamente para enfrentar a la bruja y destruir su amenazante cetro, con el cual convertía en piedra a los narnianos.[4] La batalla es ganada mediante la intervención de Aslan y la libertad de la patria es restaurada.
La misma volvió a ser amenaza años después cuando ya crecieron los Pevensie, que pasaron a gobernar Narnia como reyes y reinas. La amenaza vino desde el sur, cuando el príncipe Rabadash del imperio esclavista de Calormen lanzó un ataque sorpresa para conquistar Archenland, un reino aliado, y Narnia. Los narnianos fueron plenamente advertidos y pudieron prestar batalla a tiempo para defender la patria, derrotando al invasor, que acabó sufriendo por sus blasfemias un tragicómico castigo. Esta historia se nos narra en el libro El caballo y su muchacho.
Los Pevensie fueron llamados de vuelta a nuestro mundo, y tras estar allí un año como niños nuevamente, fueron llamados a Narnia otra vez. Mil años habían transcurrido ya en el mundo de Narnia desde su ida. Narnia acabó siendo invadida por Caspian el Conquistador, proveniente de Telmar. Los Viejos Narnianos fueron perseguidos bajo el nuevo reinado de los invasores y ocupantes telmarinos. Debían los Pevensie, en este nuevo contexto, ayudar al príncipe Caspian (descendiente del conquistador), un telmarino de raza pero de auténtico espíritu narniano, en su lucha por restaurar los derechos legítimos de los nativos y Viejos Narnianos. Juntos, como se cuenta en el libro El príncipe Caspian, enfrentaron al tirano Miraz, tío de Caspian, y a su ejército. Lograron nuevamente la liberación de la patria y pudieron construir una patria nueva, en la cual los Nuevos y Viejos Narnianos convivirían en paz.
Fue la misión de Caspian X gobernar como rey durante este periodo. Su hazaña más notable luego de la restauración fue su viaje de exploración por el océano en busca de siete nobles amigos de su difunto padre, que fueron exiliados durante el régimen de Miraz. Esta historia se narra en La travesía del Viajero del Alba. Superficialmente podría ser difícil notar el tema de la defensa de la patria, pero no creo que esté del todo ausente. Uno de los actos notables de Caspian fue intervenir en las Islas Solitarias (pertenecientes a Narnia) para remover de allí a su gobernador corrupto y sustituirlo por uno de los nobles amigos de su padre encontrado en las Islas, aprovechando además la ocasión para abolir la esclavitud rampante que en las Islas encontró.[5] Puede interpretarse este suceso como el cumplimiento del deber hacia la patria de parte de un buen rey, quien velando por el bien común de la patria debe evitar que sus dominios sean administrados por funcionarios corruptos. Esta acción, creo yo, es una manera de defender la patria.
Caspian conoció a su esposa durante su travesía y con ella tuvo un hijo, el príncipe heredero. Este querido hijo, Rilian, fue secuestrado por un nuevo enemigo, la Dama de la Saya Verde. Se relata esta historia en La silla de plata.[6] Esta vez los niños Eustace, primo de los Pevensie, y su amiga Jill son los llamados a cumplir la misión de la búsqueda del Príncipe cuando el viejo Caspian ha perdido toda esperanza de encontrarlo. Su misión lleva a los chicos a las tierras de los gigantes del norte y al mundo subterráneo, donde descubren una nueva amenaza que se cierne sobre Narnia. Ahí la Dama de la Saya Verde, quien era una bruja que manipulaba al príncipe con sus encantamientos, preparaba un ejército para invadir Narnia. Los niños sin embargo logran romper el hechizo de la bruja para liberar a Rilian y detener la invasión, salvando nuevamente a la patria.
La patria volvió a enfrentar luego una última prueba, que se nos cuenta en el libro La última batalla. Narnia es víctima de un terrible engaño de naturaleza religiosa cuando un falso Aslan aparece en escenario, junto a un falso profeta que dice hablar en su nombre. Muchos narnianos de buena fe acaban siendo engañados por esta mentira y, como resultado, acaban entregando el país poco a poco a sus enemigos calormenos. Estos finalmente lanzan una invasión exitosa en la cual conquistan Narnia por primera vez. El rey vigente, Tirian, auxiliado por el retorno de Eustace y Jill, no pierde la esperanza y decide dar la última batalla por la patria y por su fe. Combatieron con espíritu de sacrificio y valor hasta no poder más, siendo totalmente acorralados. Aslan sin embargo intervino al final, presidiendo sobre el Último Juicio y la destrucción final del mundo de Narnia, para permitirle a los justos y fieles la entrada a la Narnia nueva, desde la cual ascenderían al País de Aslan.
Estas historias de lucha ejemplifican la lucha por la patria como parte del derecho de la legítima defensa. Constituye esta defensa parte de la virtud cristiana del patriotismo, dentro del cual se admite, habiéndose agotado los medios pacíficos, la guerra justa contra los enemigos de la patria. Muchos buenos cristianos a lo largo de la historia fueron a la vez buenos patriotas que con valor y sacrificio defendieron sus patrias contra los enemigos que la invadían. El mejor ejemplo cristiano de la defensa de la patria a través de la guerra justa podría serlo santa Juana de Arco, quien recibió de Dios una misión especial para luchar en la guerra contra los ingleses y coronar al legítimo rey de Francia. El cumplimiento de esta misión salvó a su patria, el Reino de Francia, de ser dominada por los enemigos ingleses.
La esperanza de la patria celestial
“El cristiano ama a la patria celestial que espera en, desde y con la patria terrena.”[7]
Los hermanos Pevensie y los otros niños traídos a Narnia no solo fueron enviados allí para cumplir fines materiales particulares, sino que sus visitas sirvieron para el fin mayor de conocer a Aslan, quien (en la obra de C.S. Lewis) es Dios y Cristo mismo. El fruto de este encuentro personal con Cristo a través de la patria, que en la historia de los niños ocurrió en Narnia y mediante Aslan, se vio al final, tras la Última Batalla. La inmensa mayoría de ellos logró entrar en el País de Aslan. Este logro recuerda la realización del sueño de todo buen cristiano: ir al Cielo, la Patria Celeste, para vivir con Dios eternamente.
Este esperanzador final puede servir para recordarnos que así como la Narnia vieja era solo un reflejo de la Narnia nueva y de la belleza del País de Aslan, nuestra patria, al ser un don del buen y providente Dios, debe infundir en nosotros el anhelo de la Patria Celeste. Nuestra patria terrena no es perfecta y jamás y nunca satisfará por sí sola nuestra sed de Dios, pero no por eso nos debemos desanimar. Lewis nos recuerda lo contrario a través de Narnia, porque, como él mismo dijo o escribió, si nada en este mundo nos satisface, significa que fuimos creados para algo más allá de este mundo, que podemos alcanzar invocando la ayuda de Dios.
Conclusión: Narnia, inspiración para el patriotismo cristiano
Decía el gran autor inglés, y amigo de Lewis, J.R.R. Tolkien que lejos de concebir a la fantasía como un modo de escapar la realidad, pensaba que más bien debía la fantasía servir para el escape de un prisionero capturado en la guerra por un enemigo. La lectura de la fantasía pues debe movernos a aplicar en nuestras vidas las lecciones que aprendemos en las historias que amamos.
Narnia, pues, no solo debe inspirarnos a ser mejores cristianos, sino también a ser mejores patriotas, recordando siempre que el cristianismo no se opone al patriotismo y que el mismo es un camino de Salvación. Debemos mantener la esperanza en la Patria Celeste, pero hasta que no seamos llamados ahí la mayoría de nosotros permanecerá tal vez en su patria terrena. Debemos seguirla amando y si nos es posible esforzarnos por ella, en pro de su bien común… y si para ello debemos enfrentar a los enemigos de la patria, pues hacerlo con el mismo arrojo, valor y sacrificio que demostraron nuestros más queridos héroes en la lucha por Narnia y por Aslan.
[1] Ver los artículos “El abandono de Narnia” y “Esa horrible fuerza” publicados en este blog.
[2] Ver “El Concepto Cristiano de la Patria en el Pensamiento de Alberto Caturelli” en Política y Sentido de la Historia.
[3]Fuente: https://narnia.fandom.com/es/wiki/Narnia_(Pa%C3%ADs)
[4] https://es.wikipedia.org/wiki/Edmund_Pevensie
[5] https://en.wikipedia.org/wiki/The_Voyage_of_the_Dawn_Treader
[6] https://es.wikipedia.org/wiki/La_silla_de_plata
[7] Del ensayo “El Concepto Cristiano de la Patria en el Pensamiento de Alberto Caturelli”, muy posiblemente escrito por Rafael Breide Obeid.